GREGORIO TENÍA RAZÓN
El desayuno venía con mate, confesiones, lágrimas, corazones en la mano, y declaraciones de incompetencia emocional.
-Es que yo dejé de mirar lo que piensan los demás de mí, y empecé a mirarme a mí misma. Y lo que veo, no me gusta, entendés?-dijo ella lagrimeando- Es muy duro para mí. Me cuesta muchísimo. Quiero cambiar, y no puedo! No me gusta como soy!!
La llegada de la cucaracha se produjo en ese preciso instante, como si hubiera estado preparada. Cayó del techo, sobre la mesa, junto al plato con las migas de la tostada. Fea, alargada, de patas cortas y antenas muy largas.
No alcanzó a darse vuelta, cuando una mano la envolvió en una servilleta y la aplastó.
-Increíble-dijo ella-. Así me siento: fea, asquerosa, repugnante. Como esa pobre cucaracha.
-Sabés qué? A la pobre no le importaba. Y ellas van a dominar el mundo, dijo Gregorio.
