La penúltima vez le prometió que era la última, y ella decidió creerle.
No era malo, era bruto nomas.
Por eso ella lo perdonaba una y otra vez. Porque sabía que en el fondo, él quería lo mejor para los dos. Y se deslomaba para lograrlo. Trabajaba todito el día el pobre.
Cómo no le iba a perdonar un exceso de vez en cuándo?
La penúltima vez, ella encontró pelos en la cama. Y le armó un escándalo. Y después
como siempre, lo perdonó
Pero esta vez fue la última. Ya iba a ver cuando llegara.
Él lo supo apenas la vio.
Los brazos en jarra, lo esperaba parada en la puerta. Malísima.
-Mira, Gregorio. Que sea la última vez que dejas subir el perro a la cama o te enderezo el lomo a palos!! ¿Oíste?