sábado, 21 de diciembre de 2024

BUROCRACIA

BUROCRACIA



Existen los trámites, más o menos burocráticos, y existe Uruguay.

Existe la lógica, más o menos lógica, y existe la lógica de los trámites en Uruguay.

Justificar el por qué no se votó en las elecciones nacionales, por ejemplo. Que en Uruguay son obligatorias. Es decir, que el Estado uruguayo exige a sus ciudadanos que voten en las elecciones municipales, nacionales y, eventualmente, en el ballotage.

Hay tres causales por las cuales se justifica el no votar:

· Padecer enfermedad, invalidez o imposibilidad física

· Hallarse fuera del país

· Estar imposibilitado de concurrir a votar por razones de fuerza mayor

Ya, de pique, podríamos decir que estar enfermo, inválido, o fuera del país, son razones de fuerza mayor, ¿no?

Pero bueno, supongamos que uno está fuera del país el día de las elecciones nacionales.

El organismo rector, encargado de gestionar las elecciones nacionales, es la Corte Electoral. Y dispone de dos mecanismos para justificar el no voto: vía web o de forma presencial. En ambos casos se deberá demostrar que no estaba fuera del país el día de las elecciones.

Pues bien. Supongamos que uno elige la vía más práctica, de hacer los trámites por internet. En este caso, la Corte Electoral solicita nombre, cédula, número de credencial, y fotos del pasaporte en las que conste la salida y entrada del país.

Por supuesto, ya lo imaginó. Cuando uno sale del país, las autoridades migratorias no sellan el pasaporte. Y no, cuando entra tampoco. O sea que la Corte pide algo que la Dirección Nacional de Migraciones, del mismo Estado Uruguayo, no hace.

¿Cuál es la solución? Ir hasta la Ciudad Vieja, en Montevideo, donde está la Dirección Nacional de Migraciones, y pedir un certificado. No importa que usted viva a 57 kilómetros. El transporte público en Uruguay no es un problema.

Pero como usted no querrá invertir 4 o 5 horas en ir hasta Montevideo y volver a Solymar, le podemos ofrecer otra solución: exhibir las Tarjetas de Embarque de sus vuelos. Un amable funcionario de la Corte le reiterará que sí, que una tarjeta de embarque le sirve para hacer el trámite. ¿O usted prefiere que no le sirva? Aunque no tenga foto, ni número de cedula, ni credencial, ni nada, le sirve. Así como lo oye. ¡¡Siempre y cuando haya salido del avión y haya tenido la suerte de no borrar los correos de la aerolínea!! Ahora, si salió del país en ómnibus o en barco, es boleta. ¡¡No me pregunte cómo hace!!

No. Las oficinas públicas en Uruguay no tienen impresora a disposición de los ciudadanos. Usted deberá caminar dos cuadras, encontrar entre sus correos las tarjetas de embarque, imprimirlas, y llevarlas a la oficina.

Puede pasar que usted haya salido del país en junio y regresado en diciembre, en cuyo caso no estuvo para las elecciones de octubre y noviembre. Pero también puede pasar que haya salido en junio, haya regresado en Julio, no haya votado porque no se le antojó, haya salido de vuelta y haya regresado en diciembre. ¿O no? Pero eso al amable funcionario no le importa. Y al Estado Uruguayo tampoco. Al fin y al cabo, no es tan importante, ¿verdad?

A veces pasa que los funcionarios se equivocan, y le aprueban un trámite mal hecho, o le dan un certificado a nombre de otra persona, o cosas por el estilo. Eso pasa, también.

Después de todo, hay trámites burocráticos, y hay trámites en Uruguay.

UN VIAJE NORMAL

 

NORMAL


En Perú, cuando uno pregunta por la forma de elaboración de una comida, o por el clima, o por la distancia a un lugar, o por un procedimiento cualquiera, la gente contesta: -Normal!!

Es así que es normal caminar 8 km por la montaña para llegar al Inti Punku, es normal comer cuises atravesados por un palo, es normal vivir a 4502 msnm, y es normal que un tamal de maíz lleve carne. 

Por eso, cuando alguien pregunta cómo fue nuestro viaje del 2024, contestamos: -Normal!

Estuvimos en dos de las siete maravillas del mundo: el Machu Pichu y las Cataratas del Iguazú, además de otras maravillas.

Sobrevolamos las famosas Líneas de Nasca, que deberían ser consideradas otra maravilla. Gran misterio que nadie ha podido aclarar.

Estuvimos en el desierto de Perú y en la Selva Amazónica, experiencias intensas, ambas.

En el Océano Pacífico, en Lima, y en el Océano Atlántico, en Pernambuco. Y en otros ríos, cascadas y quebradas.

Participamos de una ceremonia de Cacao y de una ceremonia de Ayahuasca. Ambas inolvidables, ambas mágicas.

Y de un campeonato de surf también. Pero no cualquier campeonato. Uno en el que competían parapléjicos, personas sin miembros, con parálisis cerebral y con síndrome de Down, entre otras potencialidades. 

Vivimos en una ciudad inca, en un hostel en Nasca, en apartamentos modernos y en una choza amazónica de madera con techo de palma. 

Convivimos con peruanos, brasileros, francesas, argentinos, una jamaiquina, un alemán, y un par de suizos.

Estuvimos en Perú, Paraguay, Brasil, y un par de horas en Argentina.

Plantamos, trasplantamos, abonamos, meditamos, y nos bañamos en el mar.

Ayudamos, aprendimos, lloramos y reímos.

Fue un viaje maravilloso, riquísimo en experiencias y aprendizajes, intenso, normal.