Este año comenzó mal. O bastante mal. O por lo menos no tan bien como él hubiera deseado. Una porquería, en realidad.
Disputas, riñas, egos agrandados. No sirvieron de nada los pedidos de disculpas, las lágrimas, los arrepentimientos.
-De eso siempre hubo, y nunca sirvió de nada-pensó él. Era más de lo mismo.
Ella aseguraba que estaba todo bien, que no pasaba nada, que solamente era cuestión de replantearse un poco la relación. Nada más.
Ella aseguraba que estaba todo bien, que no pasaba nada, que solamente era cuestión de replantearse un poco la relación. Nada más.
-Me pide tiempo y espacio. Debe estar calculando la velocidad-bromeó él para sí mismo. No pensaba dirigirle la palabra. No por ahora.
El, que ladraba más que hablar, seguía siendo el mismo de siempre. Gruñón y llorón.
El, que ladraba más que hablar, seguía siendo el mismo de siempre. Gruñón y llorón.
-No pasa nada, amor. Yo necesito mover un poco la cabeza, nada más. No te preocupes-dijo ella
El no le creyó. Y por las dudas, no la desató.
El no le creyó. Y por las dudas, no la desató.
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