domingo, 24 de julio de 2022

VIAJE DE IDA

Las vacaciones en Ilha Grande fueron una buena idea, después de todo. Ir a ese bingo también.
El premio al principio me pareció un poco raro, debo reconocerlo. Un viaje al fondo del mar no es algo que uno se gane todos los días.
Pero bueno, a viaje regalado no se le mira el destino.
Por eso me trepé a ese barco de buceo, me puse este pesado traje lleno de tubos por todos lados, este molesto tanque atrás, y para peor estas aletas incomodísimas.
Al principio yo no estaba convencido, pero el instructor me explicó que era fácil. Sólo tenía que respirar lenta e ininterrumpidamente y bajar.
Y tenía razón, porque al ponerme este pesado cinturón con plomo me vine para abajo enseguida.
Está lleno de peces acá, de todos colores. A veces pasan unos finitos y largos, o esos redondos como globos. Y cada tanto pasa una sombra, como de algo muy grande que pasa por encima mío. 
Me gusta estar acá abajo. Está tranquilo, silencioso. Pero hace un poco de frio, eso sí.
No sé cuando me vendrán a buscar, no me dijeron. Pero espero que no demoren mucho más.

VENGANZA

 La venganza fue planificada al detalle, sin dejar nada librado al azar, en la sucia mesa de la cocina, entre grappa y grappa, escuchando un viejo disco de Santana. Abraxas, creo que era.
El último fracaso había sido rotundo, estrepitoso y total. Todas las editoriales le habían dicho que no. Y algunas, incluso, se habían burlado de él. Imbéciles. Ellos se lo habían perdido.
Fue entonces cuando echó mano a sus ahorros, a pesar de la opinión en contrario de toda su familia, que le dio la espalda una vez más, y publicó su libro de forma independiente.
-Ahora vas a tener para limpiarte el culo un año- le había dicho su madre, con el cariño que la caracterizaba, al ver la pila de cajas.
Y no se equivocó. No vendió ni un puto libro. Un auténtico, rotundo y enorme fracaso.
Pero esta vez iba a ser distinto. Los jurados del concurso iban a quedar boquiabiertos. Las editoriales se iban a pelear por publicarlo. Ya iban a ver. Iba a escribir el mejor cuento jamás escrito.
Sólo tenía que llegarle una maldita idea a su cabeza embotada.
Pero esa maldita idea nunca llegaba. Se le escabullía, se asomaba y se escondía, se insinuaba, pero nunca, nunca, llegaba para quedarse.
Lo que más lo atormentaba, era el contemporáneo éxito de su tío Víctor. Músico, escritor, pintor, viajero, gran contador de cuentos. En todo se destacaba. 
 El había sido un desastre toda su vida. Hasta que decidió que no iba más. Las cosas iban a cambiar.
 Lo primero que hizo fue alquilar un local con sótano, baratísimo, en la Ciudad Vieja. Luego acondicionó todo: Una mesa con una silla arriba, y abajo otra mesa, otra silla, y una máquina de escribir.
 Lo único que tenía que hacer ahora era secuestrar al tío, obligarlo a contarle cuentos, y escribirlos.