sábado, 26 de abril de 2025

FACUNDO

 Facundo siempre odió el secundario. Los curas aburridos, los compañeros alcahuetes, las misas interminables, la catequesis, la vieja de matemáticas, la falta de luz de los salones, que parecían catacumbas, y sobre todo, las clases de latín.  No las soportaba.

 Por supuesto, no había podido elegir. De familia católica por ambos lados, aunque sus padres habían vivido en concubinato diez años antes de casarse, la presión social, sobre todo de los abuelos maternos,  y la tradición, hicieron que fuera toda la primaria y toda la secundaria al Colegio de los Padres Sanjuaninos. 

 Por eso decidió que ahora que terminaba el secundario y se recibía de bachiller, y por ende no iba a pisar nunca más ese colegio, se prometió dos cosas: no leer una puta palabra más en latín, y saltar en paracaídas, para celebrar. Era una de sus sueños. El otro era bucear con tiburones.

 Así fue que al día siguiente de la ceremonia se fue al aeródromo local, en las afueras de San Juan. 

Se calzó el paracaídas siguiendo las indicaciones del instructor, y subió a la avioneta. Era una Cessna C110, blanca, preciosa, con unas letras rojas que no tuvo tiempo de leer. Estaba ansioso y nervioso

Cuando estaban a 300 pies, se asomó a la puerta, sonrió y saltó.

-Para vos, Padre Miguel!!! - gritó 

 Alcanzó a ver, ahora si,  pintadas en el costado, las letras rojas: Memento Mori. Y una calavera.



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