miércoles, 14 de octubre de 2020

A.C.V.


ACV


Comenzó su microrrelato sin saber muy bien dónde ni cuándo lo iba a terminar. Las palabras fluían, los adverbios y las conjunciones, se enlazaban sin cesar. Las metáforas y las sinécdoques se agolpaban en la punta de sus dedos, se atropellaban, se tropezaban.
No había, en apariencia, un hilo conductor. No había personajes, no había historia, no había creación de enigma, ni suspenso, ni drama, ni comedia.
Pero sí iba a tener un final inesperado, trágico, sorpresivo, y asombroso.
Él no lo sabía, pero mientras desgranaba comparaciones, sinónimos, diptongos, y anáforas.. Si, anáforas. En ese momento, digo, se venía gestando en la profundidad de sus anquilosadas arterias, el coágulo que iba a detener el flujo de sangre a su cerebro.
Y así quedaría inconcluso, ese, su último microrrelato...

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