CERVEZA DEL BOSQUE
-¡¡Buen día, wawki!! ¡¡A comer y a descansar!!- dijo el
chamán apenas lo vio aparecer en la puerta.
El hombre, flaco,
amaneció cansado y con una sonrisa. La ceremonia había sido intensa.
En realidad, había
empezado tres días antes, con una dieta sin carnes, sin sal, sin azúcar, sin
fritos, y sin actividades físicas.
Además, debía tomar
contacto con la planta, conocerla, tocarla, apreciar sus flores rosadas y
blancas, hablarle, pedirle lo que estaba buscando.
Y eso hizo en los
días previos. Tocar la liana, abrazarla, asombrarse con la belleza de sus
flores, pedirle, agradecerle. Y también comenzar a tomar micro dosis cada
tarde.
"Que muestre lo que tenga que mostrar, que sane lo que
tenga que sanar, que limpie lo que tenga que limpiar. Haz tu trabajo,
ayahuasca."
Así le había enseñado
wawki, el hombre que le había estado hablando sobre la cultura amazónica, el
uso de plantas medicinales, las dietas y la conexión con la naturaleza.
La Ayahuasca es una
liana, una planta medicinal que limpia, purga y purifica. Y que tiene unas enzimas, las beta-carbolinas, que permiten que actúe el DMT contenido en la otra planta que compone el
preparado, la Chacruna. De otro modo, el DMT sería absorbido directamente en el estómago.
Esta mezcla hace una
profunda purga a través de diarrea y vómitos, provoca sinestesia, mareos,
algunos sueños o visiones, e inhibe la actividad del hipocampo, permitiendo que
uno tome decisiones sin tanta influencia de los recuerdos, las emociones y las
experiencias previas.
La ceremonia había
empezado temprano, con un té relajante. Las sombras de la noche fueron ocupando
poco a poco la maloca, y sólo la luz de una vela iluminaba lo que allí pasaba.
El chaman soplaba
tabaco sobre la coronilla, y las manos del hombre que allí estaba. Masticaba y
escupía canela sobre él. Cantaba sus icaros, tocaba su flauta y su tambor,
pedía a la planta, agradecía...
Vino la primera copa.
Un sabor dulzón, embriagador, espeso, llenó la boca del hombre. A los pocos
minutos comenzó a darse cuenta de que su estómago se retorcía, de que su piel
se empapaba de sudor frío, de que se estaba mareando.
-Se parece mucho a una borrachera-pensó.
No tardaron mucho en venir las primeras náuseas, cuyo
resultado fue a parar a un pequeño balde a su lado.
Luego se levantó trastabillando en la oscuridad, rumbo al
baño seco. Los ojos de su esposa, que lo acompañaba a su lado, lo siguieron. En
la otra punta, en silencio, el chaman y su hijo observaban.
Pero esto era sólo el
comienzo. Hubo una segunda copa, más difícil de tragar, precedida y seguida por
más vómitos y más excursiones al baño.
El ambiente era
surrealista. La luz de la luna allá afuera, el olor penetrante del tabaco, la
música, los cánticos, la voz hipnótica del chamán.
-"Sana sana, cuerpecito, sana sana, espiritito, sana
sana almita...tum tum tum..Cervecita del bosque, miel curandera...tum tum tum
tum... cuyi cuya medicina, cuyi cuya chacrunita...tum tum tum..."
El hombre se revolvía sobre el colchón, atento a sus
necesidades más inmediatas: llegar al baño a tiempo y tener el baldecito al
alcance de la mano. Sentía moverse sus intestinos, sentía el mareo y un ligero
dolor de cabeza, se acostaba, se sentaba, iba y volvía del baño.
Recitaba como un
mantra el pedido. “Sana lo que tengas que sanar, muéstrame lo que tengas que
mostrar..."
Dormitó un rato. Vinieron los sueños. Soñó con sus amigos,
con su abuela. Se despertó y conversó un poco.
Pasaron los minutos y
las horas, seis horas, desde el inicio de la ceremonia hasta que el chamán dijo
por fin: -Bueno, wawki… A descansar.
El hombre, siempre
acompañado por su esposa, cansado, asombrado, feliz, agradecido y oliendo a
tabaco y canela, finalmente se fue a descansar.
Había sido su primera
experiencia con la Ayahuasca
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