NADIE SABE DÓNDE VAN LOS PÁJAROS CUANDO MUEREN
Rodríguez y Menéndez sudaban a mares moviendo piedras, cavando y cavando. El pozo estaba grande ya, pero faltaba un lote.
La batalla había sido sangrienta, y los muertos eran muchos. De ambos bandos. Sangre, lanzas, divisas, y caballos muertos tapizaban el campo, que había tomado una tonalidad rojiza. La sangre siempre tiene el mismo color, sea del bando que sea.
Por suerte, el general había dado la orden de dejar que los vencidos se llevaran a sus muertos. Si no, el trabajo iba a ser mucho más.
- Te quiero ver- dijo Rodríguez- Deja, deja. Menos mal que los del lao nuestro eran menos.
Menéndez no contestó, la mirada perdida en el cielo. Rodríguez sudaba y puteaba.
La orden era hacer un pozo grande y tirar los cuerpos adentro, sin más trámite.
-Van a terminar de una vez? O quieren que eso empiece a heder? Apúrense, carajo!!-escupió el capitán desde arriba del overo.
-Si señor, mi Capitán!! - murmuraron los dos soldados mientras agarraban las palas.
No tardó mucho Menéndez en soltarla, armar un tabaco y seguir con la vista allá arriba.
El sol seguía su recorrido y el cielo, igual que el campo de batalla, se iba tiñendo de rojo.
-La puta que te parió, Menéndez!! Deja de jinetearme!! Tas mirando pa arriba hace rato y yo meta pala!!
-La puta que te parió, Menéndez!! Deja de jinetearme!! Tas mirando pa arriba hace rato y yo meta pala!!
Menéndez, apoyado en el mango de la pala, miraba al cielo. Ensimismado. Una bandada de pájaros negros cruzaba el cielo. Eran un lote. Hace rato que los miraba.
-Qué mierda miras pa arriba, cascarriento?
-Anda a saber dónde van los pájaros cuando mueren-dijo Menéndez.
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