MINORÍAS
A decir verdad, las minorías me tienen harto. Lamento ser tan sincero, pero es así.
Ayer, sin ir más lejos, tuve una reunión en el trabajo. Eramos 13 personas, y la reunión estaba insoportablemente llena de minorías.
Había una minoría de uno que era vegetariano, una minoría de tres con sobrepeso, una minoría de dos con barba, una minoría de tres con lentes, una minoría de dos nacidos en el interior, una minoría de uno hincha de un cuadro del interior, una minoría de uno transplantado, una minoría de tres de corbata, una minoría de uno con orejas enormes, una minoría de dos con tatuajes, una minoría de uno medio pelado, y para colmo, otra minoría de uno de pelo largo!!! Insoportable!!! Menos mal que a ninguna minoría se le ocurrió reclamar por sus derechos, ni hacer valer su particular punto de vista sobre la realidad!!!
Si así hubiera sido, la reunión de trabajo se hubiera convertido en una guerra.
Y no es broma. Es así.
Qué hubiera pasado si en lugar de buscar puntos en común, si en lugar de centrarnos en lo que nos unía (en este caso, cuestiones laborales); hubiéramos empezado a reivindicar nuestros puntos de vista particulares?
Otro día, también en el trabajo, me arrimé a un grupo de compañeros que estaban conversando. El tema? Los tamboriles que sonaban en la calle y se escuchaban desde el descanso. La queja? Que una vez por semana, durante unos cinco minutos, cortan Gonzalo Ramirez para cruzarla a la altura de Pablo de María...
Las opiniones iban desde que tenían que prohibirlo, darles otro lugar, pasarles por arriba, tocar en otro lado, matarlos a todos, y otras variantes.
Después la conversación derivó hacia la música electrónica que sonaba en el Parque Rodó, que también molestaba. Y las opiniones eran similares: que fueran a tocar a otro lado, que el parque era para darle de comer a las palomas, que vayan a tocara a la .... , etc.
El mismo espíritu primó cuando se habló de ciclistas, motociclistas, y otras minorías. Todas molestas.
Molestan los tamboriles, los gays, los ciclistas, los trans, los negros, los judíos, los jóvenes, los vegetarianos, los gordos, los barbudos, los motociclistas, los vendedores ambulantes, los discapacitados, los empleados públicos, los hippies, los perros, los que celebran a Yemanjá, los que corren por la rambla, los que manejan despacio, los cristianos, los hinchas del otro cuadro, los que escuchan cumbia, los pobres, y todas las minorías habidas y por haber.
Estimado lector, estimada lectora: lo invito a mirar a su lado. Dele. Yo espero...
Ahora al otro lado ...
...
Miró? y qué vió?
Salvo que usted esté sentado o sentada junto a un espejo, debe haber visto a una persona diferente a usted. No? con otros gustos musicales, con otros gustos alimenticios, con otras creencias políticas, religiosas? con otra forma de sentir y vivir su sexualidad? Con otra forma de vestir? Con otras preferencias en cuanto a su forma de vivir?
Ahora lo invito, la invito, a hacer un pequeño ejercicio: piense un ratito en usted, que no debe haber algo más lindo de hacer... Piense un poquito, ya que le gusta tanto sentirse parte de la mayoría... Dele, anímese...
Yo, por ejemplo, pertenecía a una minoría de motoqueros a los que no les gusta el Heavy Metal, pertenezco a una minoría de vegetarianos en un país que exporta carne; a una minoría de terapeutas “alternativos” en un país en que la medicina occidental es la oficial; a una minoría de orejones; a una minoría de hinchas de un cuadro que no es ni Peñarol ni Nacional, que son la mayoría; a una minoría de descendientes de turcos en un país en el que la mayoría son descendientes de españoles e italianos; a una minoría de nacidos en Lascano viviendo en una ciudad en la que la mayoría nació en Montevideo; a una minoría de practicantes de Tai Chi, cuando la mayoría practica otras actividades; a una minoría de maestros hombres, cuando la mayoría son mujeres; y supongo que a muchas otras también...
Y usted?
A cuántas minorías pertenece?

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