CACERÍA.
Una luz lejana p`al lado del pueblo, era lo único que se veía, la oscuridad casi total.
En lo profundo del pajonal sólo se escuchaba a los perros olisqueando, hocico al viento.
Carlitos y el Turco temblando de frío y de miedo esperaban al chancho agazapados, los dedos agarrotados en el gatillo de las escopetas.
La de Carlitos era una 12, preciosa. La del Turco era una 16, prestada. –Ojo que es muy celosa! le advirtió el Yiyo.
Habían estado tomando unos vinitos, pa agarrar coraje antes de salir.
El monte cerrado, el frío cortante y el miedo apretaban.
Cuando los perros ladraron y avanzó el hedor del chancho y el suelo tembló bajo 90 kilos de puro músculos atropellando, el fogonazo partió la oscuridad.
Después, el silencio...
Dicen que todavía se lo ve de noche en el monte, buscando a su amigo.
En esas noches en que sólo se ve una luz a lo lejos, allá p`al lado del pueblo.
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