miércoles, 19 de octubre de 2022

IMBORRABLES

 Tic, tac, tic, tac.. drop, drop...tic, drop, tac, drop...

 El viejo reloj despertador y la canilla de la cocina parecían haberse complotado para arruinarle la siesta. El frío se colaba por todas las rendijas del rancho, y la raída frazada no alcanzaba a disimularlo.

 Pero esos no eran ruidos, eran música al lado de los otros ruidos, que pretendía dejar en el pasado y no podía. 

 Cadenas, candados, cerrojos, gritos, aullidos, lo despertaban una y otra vez en esas noches eternas. 

 Se suponía que esos sonidos debían quedar en el pasado, enterrados, olvidados. Eso le había dicho su terapeuta. Que los soltara, le había dicho.

 Pero no había noche en que no lo despertara el ruido de un cerrojo al abrirse, un plato metálico arrastrado por el piso, una radio a todo volumen intentando tapar los gritos.  

 Por eso no lo molestaba, en esa siesta, el concierto de canilla y despertador.

 Tic, drop, tac, drop... 


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