martes, 15 de diciembre de 2020

LA ELSA

 La penúltima vez le prometió que era la última, y ella decidió creerle.

No era malo, era bruto nomas.

Por eso ella lo perdonaba una y otra vez.  Porque sabía que en el fondo, él quería lo mejor para los dos. Y se deslomaba para lograrlo. Trabajaba todito el día el pobre. 

Cómo no le iba a perdonar un exceso de vez en cuándo?

 La penúltima vez, ella encontró pelos en la cama. Y le armó un escándalo. Y después 

 como siempre,  lo perdonó 

Pero esta vez fue la última. Ya iba a ver cuando llegara.

 Él lo supo apenas la vio. 

 Los brazos en jarra, lo esperaba  parada en la puerta. Malísima. 

-Mira, Gregorio. Que sea la última vez que dejas subir el perro a la cama o te enderezo el lomo a palos!! ¿Oíste?

viernes, 11 de diciembre de 2020

EL GALPÓN Y LA LLUVIA

 Como era de esperar, empezó a llover. Pero la lluvia se esperaba pa mañana, no pa hoy. 

Pa hoy había otros planes. Dar vuelta tierra, trasplantar los plantines de sandía, melón, calabacín..

Darle de comer a las gallinas, y aprovechar pa mover el gallinero.

Las gallinas hacen un buen trabajo. Dan vuelta la tierra, abonan, ponen huevos, y cuando están viejitas acompañan muy bien la mazamorra. Si señor. A ella le encantaban. 

Pero bueno. Uno propone, no dispone.

Se largó a llover y no hay quien salga del galpón. 

Pa pior eso, me agarró adentro del galpón. Vine a buscar una pala, unos palos y unas cuerdas pa trabajar. 

Y ahora qué mierda?

Tendré que ponerme a ordenar un poco este relajo? Otra vez? Las fotos viejas, las cartas, la ropa?

Capaz que mejor le busco la vuelta definitiva al asunto.

Estoy sólo, llueve, y tengo tiempo. Y las cuerdas.

jueves, 10 de diciembre de 2020

MOMENTOS

 No son muchos los momentos en que estoy sólo. Por eso trato de disfrutarlos al máximo.

Me gusta el silencio, la soledad. Un buen libro, el mate, una copa de vino.

Nada se compara a estar sólo. Nadie que te moleste. Nadie que te diga qué hacer.

Por eso trato de disfrutar y alargar esos momentos.

Ahora, por ejemplo, estoy sólo. Escribiendo. 

Nadie me molesta. 

Bueno, en realidad unas moscas. Tal vez debería bañarme. Si. Bañarme, afeitarme, comer.

Cómo era eso de comer? Tendría que salir a comprar algo. Si. 

Pero tendría que hablar con alguien. La cajera del supermercado, por ejemplo. Tendría que interactuar. 

Me dirían que me pusiera tapaboca, que mantenga distancia, que pin y verde...

No. Mejor no.

Voy a prolongar este momento. Van sólo tres semanas. Puedo disfrutar un poco más. 

lunes, 30 de noviembre de 2020

EL EDIFICIO

 

No tengo muchas mudanzas encima. Tal vez una docena, no más. 
 La penúltima de ellas fue a un edificio en el Cordón. Un edificio de la década del 70 más o menos, no muy alto ni muy bajo, no muy viejo ni muy nuevo, no muy grande ni muy chico. Bien ubicado, cerca de nuestros lugares de trabajo, con todos los servicios en la zona, era el lugar ideal para vivir en ese momento.
 Por otra parte el apartamento que vimos para alquilar tenía un patio precioso, que a mi me pareció enorme y no lo era tanto, y un parrillero. Ideal para nosotros, que veníamos de vivir en un octavo piso.
 Lo primero que me llamó la atención, creo, fue mi visibilidad. Venía de vivir más de un año en un edificio en el que nadie, nunca, me saludó. Yo estaba convencido de que era invisible. Pero acá todo el mundo saludaba. Algunos más amablemente, otros sólo por educación. 
 Así que  me vinieron ganas de hacer una asado vecinal para nuestra propia bienvenida.
Pero el parrillero no se podía usar por un supuesto reglamento de convivencia. A pesar de que la chimenea tenía unos veinticinco de metros de alto y sobrepasaba la medianera. Así fue que el parrillero se transformó en un espacio multiuso, para guardar tarros de pintura, cuerdas, macetas, porquerías varias. La ilusión de los provolones y morrones rellenos se esfumó temprano.
 Lo segundo que me llamó la atención, primero para bien y después no tanto, fue la cámara a la entrada.
 Yo inocentemente pensé que se trataba de la cámara de seguridad de alguna empresa del rubro, ya que apuntaba directamente a la puerta de entrada, con su ojo omnisciente. Pero vaya sorpresa que me llevé cuando me enteré que la susodicha cámara en realidad pertenecía a una vecina.!!
 Yo ya me preparaba para escribir un cuento sobre una oscura señora que pasaba las noches en vela escudriñando el ir y venir de los vecinos, y llenando misteriosas planillas con toda la información; cuando un buen día la cámara y la vecina desaparecieron. Y con ellas mi cuento.
 Por suerte mi dosis de paranoia estaba cubierta, ya que otra vecina me sacaba fotos cuando yo dejaba la puerta abierta. Esto me molestó bastante, debo decirlo. 
 Pero no tanto como los otros vecinos, los del predio contiguo. Prepotentes, atrevidos, temerosos, e inmunes a cualquier tipo de denuncia sobre ruidos molestos, nos arruinaron más de una siesta y más de dos noches con su música estridente. Amén de vigilar el barrio con adolescentes imberbes, y no respetar horarios ni decibeles.
 Eso es pasado. Ya nos mudamos. Recién nos mudamos. Pero ya tengo nostalgia. 
 De Nelly, que con su televisión y sus correrías nocturnas, también nos complicó más de una noche. Llegamos a llevarle una carta de puño y letra, pidiéndole por favor que apagara la televisión!!!
 De Rolando, que día por medio dejaba a sus hijos afuera. Y a quien semana si y la otra también le rompían el vidrio del auto. 
  De Agustín, que armó un estadio de fútbol con cancha y todo. De Analía, que disfrazada de nave espacial jugaba carreras en el patio. 
 De los palillos de ropa, que aparecían en el patio y fueron llenando mi bolsa. 
 En los últimos tiempos, una gatita en celo perpetuo le puso maullidos al silencio. 
 También estaban los gorriones a las cinco y media de la tarde en el níspero, alborotando. 
 Habían muchos personajes en ese edificio, ahora que lo pienso. 
 Y después estaba Leandro. 
 Lea irrumpió en nuestro apartamento y en nuestras vidas sin pedir permiso. Se asombró de la cantidad de rocas que juntaba Irina, nos habló de dinosaurios, nos explicó las especiales características de su bicicleta, y nos dio clases magistrales sobre super héroes.
 Ustedes sabían que Flash es el más rapidísimo y les gana a todos?




                                                                               Julio Perera
                                                                           Noviembre 2020 
 
 
 
 

lunes, 23 de noviembre de 2020

 SUEÑOS

García soñaba con ser escritor. Le gustaba quedarse levantado hasta tarde  y,  después de que toda su familia se dormía, se ponía a escribir.

Se preparaba un whisky, se sentaba frente a su vieja Underwood, acariciaba un rato las desgastadas teclas, y se dejaba llevar.

No pensaba lo que iba a escribir. Sentía que sus dedos viajaban solos por el antiguo teclado, al que ya ni siquiera se le veían las letras. Sentía que era como él: viejo, gastado, un poco aburrido tal vez. Pero si lo trataban con respeto, cariño, y una pizca de paciencia, podían sacar lo mejor de él. 

 No era fácil, eso sí. Sacarle lo mejor, digo. Escribir sí. Era sencillo. Solamente tenía que tener una primera frase, un detonador, y luego los dedos hacían el resto. No tenía que pensar, ni complicarse la vida.

 Eso quería. Vivir en paz. Sin complicaciones.

García soñaba con eso.

 MUDANZA

Todavía queda mucho por embalar, aunque la casa ya está llena de cajas, intransitable, inhabitable.
Es que cada cosa es un mundo, un recuerdo, un anhelo. Cada adorno, cada pieza de ropa, cada foto, guarda algo.
-Esta caravana me la regaló mi hermana. Mirá que divina. La compramos en Valizas, me acuerdo.
Cada cajón que se abre es una caja de sorpresas, y no se sabe qué guarda. Nadie sabe por qué ni para qué guardamos lo que guardamos. Cosas inútiles. Bolsas vacías, palitos chinos, clavos doblados, ropa que nos queda chica, recortes de diarios...
¿Será que somos lo que hemos vivido, y para recordarlo tenemos que guardar evidencia?
En eso pensaba, mientras llenaba caja tras caja. ¿Para qué arrastro tantos recuerdos? ¿Cómo será empezar de nuevo?
Tiempo de morir, tiempo de nacer, tiempo de mudanza. Que el agua que se estanca se pudre...

martes, 3 de noviembre de 2020

DESPEDIDA

 DESPEDIDA

En el momento que tomó sus manos las sintió frías, casi heladas.
La abuela tenía esa costumbre de tomar sus manos y besarle la frente. A él le encantaba sentir ese beso tibio, y esas manos arrugadas.
Habían estado desayunando y conversando. Él le había contado que tenia miedo por su reciente jubilación, la próxima mudanza, y todos esos cambios, que lo tenían preocupado.
Ella lo miraba distante, pálida, etérea, enfundada en su camisón blanco.
Apenas habían probado el desayuno.
La abuela solía dar buenos consejos, pero esta vez sólo lo miraba con su mirada transparente.
-Confío en ti-le dijo ella en un susurro.
Y él sintió las manos heladas, y el beso gélido de su difunta abuela.

sábado, 31 de octubre de 2020

CONDENA



CONDENA

Todos estamos condenados a cerrar ciclos. A soltar y continuar. Una y otra vez. En una rueda interminable. Nacimiento, crecimiento, madurez, senectud, muerte. Una y otra vez. No hay escape. La rueda gira y gira. No es conveniente apegarse. No te lo recomiendo. Uno se encariña, y después le cuesta. Así que lo lamento, pero es así. Acabas de llegar, pero ya tienes que volver a partir. Y apenas llegues allá, va a comenzar tu viaje de regreso. Es así la cosa. Así funciona. No sirve de nada querer quedarse, o querer irse antes, o querer conservar algo. De nada sirve. En serio. Los momentos, las partidas, las llegadas, los altos en el camino, los tropezones, las caídas, todo eso es parte. No se puede preferir una cosa a la otra.
Así que dale, apróntate. Es hora de nacer de nuevo.


Microrrelato premiado con una mención en el concurso Detonados. 30/10/20

sábado, 17 de octubre de 2020

LOS BESOS QUE NO DI

 

He hecho algunas cosas malas en mi vida, de algunas de las cuales me arrepiento.

Pero curiosamente, vuelve a mi memoria una y otra vez un par de acontecimientos en los que me arrepiento de no haber hecho algo.

Hace muchos años, cuando yo era un niño, vivíamos en el barrio de Punta Carretas en Montevideo. Y mis abuelos maternos vivían en el Balneario La Coronilla, Rocha. 

Todos los años, o casi todos, mis abuelos venían a Montevideo a pasar las fiestas con nosotros. Traían un lechón o un cordero, y venían tios y tias, primos y primas a pasar las fiestas en familia. Yo era niño, y la mesa era enorme, y la comida mucha. 

Un año, al terminar las fiestas, mis abuelos se volvían a La Coronilla en una camioneta que habían comprado recién en Montevideo. Y aprovecharon para llevarme con ellos. En la época en que las vacaciones escolares duraban tres largos y maravillosos meses con agua salada y perfume a butiá.

Ese día me levantaron, me habrán vestido medio dormido, o me envolvieron en una frazada, no sé; y me subieron a la camioneta. Y yo en mi inocencia, o en mi sueño, no le dí un beso a mi madre para despedirme. 

Recuerdo el ruido y el color de la camioneta, una Skoda vieja que le habían comprado a Hermida, el gallego que tenía una tintorería a la vuelta de casa. Recuerdo el silencio del barrio a esa hora. A mi abuelo le gustaba madrugar. Recuerdo el aire tibio de esa madrugada de Enero. Recuerdo todo.

Pero lo que más recuerdo es haberme olvidado de darle un beso a mi madre. Le dí muchos más después, le dije muchas veces que la quería, y estuve con ella hasta su último aliento. Pero siempre recuerdo ese beso que no le di.

Muchos años después, más de 40 años después, en un 2020 marcado por la paranoia, el encierro y el miedo, estuve tres meses sin ver a mis hijos. Estaban en casa de su madre, en la misma ciudad pero en otro barrio, y el miedo, la ignorancia o vaya a saber qué, me impidieron verlos.

Una tarde mi hijo menor necesitaba unas cosas que estaban en mi casa, y la madre lo trajo en el auto. Para evitar males mayores, y para ser más prácticos, lo esperé en la puerta con un bolso con sus cosas. Se bajó del auto con tapabocas y guantes; y yo me moría de ganas de abrazarlo. Pero tuve la absurda idea de preguntarle, a mi propio hijo, si lo podía abrazar. Cuando vi que se daba vuelta a pedirle permiso a su madre para abrasarme, le dije que dejara. Estaba bien así. Todavía me duele haber sido tan miedoso, ignorante o vaya a saber qué.

Me arrepiento y me duelen muchas cosas que he hecho en mi vida, pero de las que más me duelen son los besos que no dí...


miércoles, 14 de octubre de 2020

A.C.V.


ACV


Comenzó su microrrelato sin saber muy bien dónde ni cuándo lo iba a terminar. Las palabras fluían, los adverbios y las conjunciones, se enlazaban sin cesar. Las metáforas y las sinécdoques se agolpaban en la punta de sus dedos, se atropellaban, se tropezaban.
No había, en apariencia, un hilo conductor. No había personajes, no había historia, no había creación de enigma, ni suspenso, ni drama, ni comedia.
Pero sí iba a tener un final inesperado, trágico, sorpresivo, y asombroso.
Él no lo sabía, pero mientras desgranaba comparaciones, sinónimos, diptongos, y anáforas.. Si, anáforas. En ese momento, digo, se venía gestando en la profundidad de sus anquilosadas arterias, el coágulo que iba a detener el flujo de sangre a su cerebro.
Y así quedaría inconcluso, ese, su último microrrelato...

APOROFOBIA



APOROFOBIA

-No es lo mismo, Esteban!!
-Cómo que no? Claro que sí!! Es como si yo llamara a la policía para que desalojen a la Nelly porque hace mucho ruido de noche!!
-No digas bolazos! No vas a comparar! Esta gente se metió para ahí adentro, y están todo el día mirando para acá!!
-Pero para dónde querés que miren, Mariela? Además, si viste que miraban para acá es porque vos también los miraste. O no?
-A quién se le ocurre que la policía va a desalojar a alguien de una casa abandonada que ni siquiera es tuya!!
-Razoná Esteban, por favor! Si hasta se trajeron un sillón quién sabe de dónde y lo pusieron ahí. Nos deben estar vigilando!!
-Pero Mariela.!! Los tipos están en situación de calle!!! Encontraron un hueco y se metieron ahi! No molestan a nadie!!
-Ay Esteban... ¿vos no te das cuenta de que son pobres?

OPORTUNIDAD

OPORTUNIDAD


Pensó en poner fin a esa situación de control absoluto a la que estaba siendo sometido.
No podía ser!! Todo el tiempo dándole explicaciones de a dónde iba, qué iba a hacer, con quién iba, a qué hora venía!!!
Habían hecho un acuerdo de que iban a respetar sus soledades, sus intimidades, sus tiempos, sus vidas personales.
Pero ella no le aflojaba.
-Te acompaño!! Esperá que voy contigo!!
Pero che!!! Ni una salida sólo!! Ni un minuto consigo mismo!!! Ya no podía ser. Iba a planear algo.
La ocasión llegó una tarde en que ella tenía un examen, y necesitaba soledad. Además jugaba Uruguay, y a ella el fútbol no le interesaba en lo más mínimo.
Entonces esperó a que ella se encerrara en el cuarto a estudiar, esperó la hora del partido, salió sin hacer ruido, fue corriendo hasta la esquina, y le compró flores...

jueves, 27 de agosto de 2020

ALMANAQUE


 Todo lo que quedó en suspenso, está en ese almanaque silencioso y polvoriento.

Unos caballos pastan tranquilamente encima de la palabra Marzo. 

Aquí y allá anotaciones varias: Gas. Pagar la luz. Cumpleaños Marta.

Todo eso quedó pendiente. Vaya a saber para cuándo. Quién sabe?

El silencio y el polvo se acumulan en el mostrador. Alguna arañita atrevida ya empezó a tejer, aprovechando la soledad. 

Quietud, silencio, olvido. Sueños amontonados como trastos viejos. Vasos vacíos. Abandono. 

La relatividad del tiempo, la insoportable necesidad de planificar todas y cada una de nuestras actividades sin lograr entender de una vez por todas que la vida es un enigma.

De qué vale soñar, si de un plumazo te dejan unos caballos pastando tranquilamente sobre la palabra Marzo?


Microrrelato premiado con el 1º premio en el concurso Detonados. 28/08/20

sábado, 8 de agosto de 2020

EL VIAJE

 - Tal vez mañana-piensa el viejo ignorando su propia ansiedad. Acomoda la bombilla, ceba con calma, mira el mar allá lejos, chupa despacio, saboreando el mate de la mañana. 

 El perro negro y sucio da vueltas por la huerta abandonada, persiguiendo las últimas gallinas que sobreviven. 

 Desde que tomó la decisión de irse, está rumiando la situación: sólo, viejo, y abandonado. Con la única compañía del perro, que estaría mejor con los gurises de al lado. 

 Tiene todo pronto: el bote, los remos, la tarrina con yerba, la calderita tropera, el brasero, agua dulce, y algunas galletas. 

 Tendrá que esperar.  Cuando cambie el viento empezará su último viaje. 

 Tal vez mañana...


miércoles, 24 de junio de 2020

TORMENTA

TORMENTA



















Con el sol se fue un día más.

Y el guri arrancó para el pueblo.

Al rato empezó.

Empezó de a poco, como suele ser.

Relámpagos, truenos, algún rayo allá lejos.

La sierra temblaba, él temblaba.

Le había pedido que volviera temprano, pero los gurises son así.

No dan bolilla.

Agua y agua.

A baldes.

Viento, mucho viento.

Se sentía alguna rama caer cerca del rancho, pero él no se inmutaba.

El rancho se arregla.

Gurí de mierda.

Dónde se había metido?

Pa peor se había cortado la luz al primer trueno.

Le dolían los ojos de mirar para afuera a través de la cortina de agua.

Pero recién lo vio a la madrugada, cuando empezó a clarear.

Con el sol lo vio...

martes, 5 de mayo de 2020

PARE




 Yo venía en un ómnibus. No demasiado lleno, pero tampoco demasiado vacío.
 Venía acompañado de mi esposa, de mis hijos que a veces venían mirando para afuera...
 Venían mis alumnos y alumnas de Tai Chi, mis compañeros instructores, mis pacientes, mis compañeros de trabajo, mis hermanos y hermanas, mis sobrinos y sobrinas, mis cuñados y cuñadas...
 Hasta que de repente nos topamos con un cartel de Pare.
 Y... Hubo que parar.. Y paramos...
 Al rato, se ve que el ruido del motor me dio sueño, y me dormí. No sé.
 Creo que debe haber pasado eso.
 La cuestión es que empecé a soñar.
 Y soñé que Leandro, mi vecinito, paseaba en nave espacial por el patio con Analía, su mamá. Y que Agustín, su papá, construía un estadio de fútbol con arcos y todo. Y soñé también que la vecina de arriba, no sé de qué piso, bajaba a tocar la guitarra al patio. Y soñé que los espacios comunes eran de todos, y no eran de nadie.
Soñé que daba clases, y que mi hermana se levantaba dos veces por semana a tomar clases conmigo. Y que después de cada clase, sin faltar ninguna, me agradecía y me decía:
-Preciosa la clase. Muchas gracias
Soñé que experimentaba la solidaridad de Seba, y la de Carlitos.
Soñé que la gente daba clases gratis, y compartía saberes.
Soñé que los jóvenes se hacían casas de barro y madera. Que compartían mates, guisos, trabajo, risas.
Soñé que salía a correr, y daba una vuelta, dos, tres, y sentía el calor en la cara, el viento fresco, la transpiración mojando mi camiseta, el cansancio en las piernas. Hasta que un auto me tocaba bocina, y me gritaban:
- Irresponsable!! Quedate en casa!!!!! 
Y soñé que yo les constestaba que sí, que ya me iba a ir a mi casa a comer y mirar televisión. Y que seguro que eso era mucho mejora para mi salud mental y física, y para el futuro del planeta.
 Y soñé que del auto me saludaban con el pulgar en alto, y que yo respondía el saludo también con un dedo en alto, pero otro.
Soñé, soñé, y soñé...
Cuando me desperté, o soñé que despertaba, vi que mis alumnos y mis pacientes se habían bajado.
 Y si,  claro, se habrían aburrido... Y el cartel seguía ahi.
 Entonces pensé:
-Pero cómo? Y quién maneja este ómnibus? Si yo pensé que lo manejaba yo!! Será que no lo manejaba yo? No entiendo!! Si yo lo manejara, no hubiera parado. O hubiera parado un ratito, hasta asegurarme de que no venía nadie.
Así que acá estoy, esperando despertarme. Para ver quién maneja.

martes, 14 de abril de 2020

CUENTOS DE LA DUNA BLANCA

CUENTOS DE LA DUNA BLANCA

                 



                                                                                                       
                             
                                                       
I
Agarró las rastas, se las acomodó para arriba y se las ató. Cada vez que hacía eso, se acordaba de su vieja. ¡¡Cómo lo puteaba!!
-Córtate esos pelos mijo!!! ¡¡Pareces cualquier cosa!!
Pobre vieja… No había caso. La vieja no entendía nada. Como no entendió cuando él se fue a vivir al rancho de la playa. Ella quería que estudiara, que fuera algo, que tuviera un buen trabajo. Por lo menos que trabajara de algo decente y que ganara bien.
Pero él nunca sirvió para eso. Le gustaba la música, la vida tranquila, la naturaleza. Nada de trabajar ocho horas por día para insertarse en la sociedad. Él no estaba para eso.
Por eso la vieja no entendió cuando decidió dejar la facu para irse a vivir al rancho. La vieja no entendía nada…
Si lo viera ahora, con el agua por la cintura, ¡¡¡cruzando el arroyo!!! Se la imaginaba a la pobre, rezongando. Había sido buena con él. Bastante paciencia le tuvo…

Cuando quiso acordar, estaba del otro lado, pisando arena firme. El sol estaba bajito ya, apenas se reflejaba en el agua. Y pensó:
-Pah… No voy a llegar. Voy a tener que achicar debajo de la duna, entre las piedras. Ta feo para caerle de noche…
Así que en cuanto llegó a las primeras piedras, esas con forma de animales, achicó. Armó una especie de carpita con la campera de un lado, el sobre de dormir del otro, y se tiró a mirar las estrellas, tabaquito mediante…Capaz que tenía suerte, pensó. Capaz que le daba bolilla y lograba que le contara algo.  Aunque fuera una mentira, aunque fuera un viejo impostor. Si hasta él era capaz de inventar alguna historia.
Esas piedras, por ejemplo. Si usaba la imaginación, podría contar algo. Aquella, por ejemplo, tenía forma de puma, y aquella otra alargada parecía un chancho. Había escuchado por ahí que cuando una piedra tiene forma de animal, es porque es un guardián. Anda a saber…
 Se durmió pensando, se durmió esperando, se durmió imaginando, ansioso.
No se podía perder tanta vida, tanta historia, tanto cuento. Tenía que hablar con él.



II
Se despertó temprano. Duro de la espalda. Cagado de frio. Lo primero que hizo fue mear contra una piedra, lo segundo fue armar un tabaco, y lo tercero comerse un par de galletitas que le habían quedado.
No sabía si lo había soñado, o lo había pensado, o qué. Pero tenía una idea. Le iba a mentir al viejo. Le iba a decir que era periodista de un diario local, y que lo habían mandado a hablar con él. Que si no lo recibía lo iban a echar a la mierda, le iba a decir. Que necesitaba el laburo, le iba a decir. Que no fuera botón. No le podía decir que no.

En el camino se cruzó con un par de vacas, un lagarto y un grupito de turistas escandalosos. Nunca entendió cómo y por qué la gente busca un lugar apartado, natural, lejos de la civilización, y se lleva consigo sus cámaras, sus celulares, su música, su ruido, su todo.
Pero bueno, no era problema suyo. ¿No? Al fin y al cabo, cada uno hace su camino. Había aprendido, o estaba aprendiendo, a no juzgar.
Desde que se peleó con su padre, porque el muy hijo de puta siempre volvía borracho, se había cuestionado eso. ¿Quién era él para juzgar a nadie? ¿No? Por algo pasan las cosas. Al fin de cuentas, eso lo había impulsado a irse de su casa al rancho que le había ofrecido su amigo.
-Ándate para allá!! Yo no voy nunca, y se está por venir abajo. ¡¡Úsalo vos!! ¡Todo bien, loco!
Fue ahí cuando decidió dejar la facultad, alejarse un poco de los kilombos en su casa y probar suerte en la playa. Le pegaba un poco a la viola, y sabía hacer algún trago, así que en verano no le iba a faltar laburo. En invierno vería… si había que laburar, le entraría a la constru, o cortaría el pasto, o traería bagayo. Ya vería como se las arreglaría.
En eso estaba, cuando empezó a escuchar los cuentos del Viejo. La primera vez en el almacén de la Pocha, en la principal. Otra vez en el boliche. Y a veces entre los pescadores, cuando se arrimaba a dar una mano, también se nombraba varias veces al Viejo.
Que había sido milico, que había sido contrabandista, que había estado preso, que era un viejo cascarrabias. Se decía que había andado a los tiros varias veces. Se decía que era un viejo loco y mentiroso. Que tenía muchas historias para contar, pero que la mayoría eran inventadas. Que no era de acá se decía. Que era medio brujo, medio curandero. Se decía también que era solitario, que no hablaba con nadie. Que se lo veía poco últimamente. Que tenía un tesoro enterrado en el rancho, comentaban. Que había sido pescador, decían. Que esto, que lo otro, decían. Que lo habían visto entrar al agua, de noche, y volver al otro día. Tantas cosas decían del Viejo, que le empezó a comer la cabeza. Lo tenía que conocer. Tenía que hablar con él…

III
Llegó pasado el mediodía, a esa hora en que hasta los lagartos tienen calor, y la banda sonora es el sonido de las chicharras.
-Mala hora… Pero si no caigo ahora, no me voy a animar. Pensó…
El Viejo, contrariando todas las leyes de la lógica, no estaba sesteando. Estaba armando un tabaquito, sentado bajo el alero desvencijado del rancho, mirando el mar.
El primero que lo oyó fue el perro. Un perro viejo, flaco, mugriento, que se le arrimó entre desconfiado y hambriento.
-Sale pa allá Negro!!! ¡¡¡No jodas al gurí!!! ¡¡¡Impertinente!!!
La voz del Viejo sonaba a tabaco, a grappa, a sal…
-Buenas tardes, -dijo el gurí
- ¿Buenas, - contestó el viejo- Qué querés?
-Disculpe, no quisiera molestar, pero me gustaría hablar un cachito con usted…
-Hablar? Pa qué?
-Mire… yo soy de acá del pueblo. ¡Bah! Me vine hace unos meses, al rancho de un amigo. Ahí en el barrio de los pescad…
-Qué van a ser pescadores esas sabandijas!!!! -interrumpió el viejo. Pescadores éramos nosotros. ¡¡Los de antes!! Eso eran pescadores. ¡¡¡Estos son unos atorrantes!!!
El gurí vio la oportunidad de tirarle la lengua al viejo, y no la iba a perder
-Ah! ¿Usted es pescador?
-Mira mijo: yo lo que soy es un desgraciado. Eso soy
-Pero… pescaba?
-Pescaba antes, sí. Pero hace mucho que no le salgo al agua
-Está jubilado?
El viejo levantó una ceja. Una sola. Como para medirlo al gurí.
-Me vas decir a qué viniste? ¿O qué? ¿Tengo que adivinar?
-No. Mire. Disculpe. En realidad, escuché hablar mucho de usted en el boliche, y en todo el pueblo, bah. Se cuentan muchas cosas. Y tá. Como todavía ando sin laburo, ta. Me pareció que capaz que estaba todo bien si me daba una vuelta para conocerlo.
-…
-No le molesta, ¿no?
-…
-…
-Tenés tabaco?
-Si. Justo le compré a la Pocha ayer. Una porquería. Brasilero. Pero barato
El perro, confianzudo, se había echado al lado del gurí, que miraba el agua, esperando que el viejo hablara…
-Pero sos de acá?
-No, no. Soy de Montevideo. Me vine a probar suerte.
-La suerte no existe- Sentenció el viejo
El humo del tabaco daba una vuelta, se agolpaba bajo el ala del sombrero, y seguía su ascenso. Despacito, sin apuro, como todo por esos lados.
-Será? No sé, don… yo he ligado poco. Yo que sé…
-Tenés pinta de haber ligado mal, sí. Pero debes ser buen bicho, sino el Negro ya te habría encajado el diente.
-…
-Así que ya te veo. Recién llegado. Sin trabajo. Sin novia. Medio bajoneado… Vamos a hacer una cosa. Déjame aprontar el mate y proseamos un ratito. La soledad compartida es más liviana, dicen.  Pará que ya vengo…
El Viejo dejó el pucho en el borde del banquito, miró pal agua, miró al gurí, y entró al rancho, sacudiendo la cabeza…
-Dios colorao!!!  -pensó el viejo… - Otro más…






IV
Cuando el viejo salió con el mate, el gurí le estaba rascando la cabeza al perro, con la mirada perdida en el mar.
-Ta feo- dijo el Viejo
-Eh? ¿Lo qué?
El viejo levantó el mentón, señalando a lo lejos
-La tormenta. Si cambia el viento se nos viene encima en un ratito
Los dos miraron la tormenta que se estaba armando. Uno con ojos cansados de cientos de tormentas, de lejanías, de horizontes y amaneceres. Otro con ojos llenos de preguntas, ávidos de respuestas.
-Tomá. Chupa despacio que está caliente. Tonce? ¿Cómo te llamas?
-Esteban. ¿Y usted?
-Yo ni nombre tengo ya. Mis nietos me decían Tata. Pero hace años que no los veo. Ahora soy el viejo, nomás.
-Ah, ¿sí? ¿Tiene nietos?
-Tengo. Un casal. Lindos gurises. Pero perdidos. Celulares, ropa de marca, interné. Huecos. Buenos gurises. Pero huecos.
-Y sí. Es lo que tiene. Los gurises ya nacen con un teléfono en la mano, ¿no?
-Ese no es el problema, gurí. No. Yo no sé nada de teléfonos. Ni tengo ni quiero tener. Pero pa mi que es una herramienta. No es pa andar todo el día con eso en la mano, perdiéndose la vida de verdad. ¡¡¡Cuando yo era gurí nos pasábamos todito el día en la calle, jugando!!! Que la bolita, que el trompo, que la payana, ¡¡¡qué se yo!!! Era otra cosa. Pero bue… Ya me cansé de pelear. Cuando era más joven quería cambiar el mundo. Ya no. Apenas puedo cambiarme a mí mismo.
-Bueno, pero no es malo querer cambiar al mundo. ¡¡Si es una bosta!! Lleno de egoísmo, envidia, violencia, discriminación.!! ¡¡Hasta mi vieja me discrimina por mis rastas!!
-Bueno, algo de razón tiene. Pareces un escobillón…
-Ja ja ja. Es buena esa.
-Los viejos son así, mijo. Uno siempre quiere lo mejor pa sus pichones. ¡¡Y lo peor es que creemos saber qué es lo mejor!! Y andamos, aprendiendo a los tropezones. Cuando uno está por aprender a ser uno, es padre. Cuando está por aprender a ser padre, es abuelo. ¡Y cuando está por aprender a ser abuelo, se queda sólo!
-Bueno, capaz que es un ciclo. Como dicen los chinos, que todo se mueve en ciclos
-…
El viejo miraba el agua, pensando…
Capaz que el gurí tenía razón, después de todo. Capaz nomás que eran ciclos. Y ahora estaba como al principio. Sólo. Aprendiendo a conocerse, a quererse, a cuidarse. Capaz que la vida era redonda, nomás...
El relámpago lo sacó de sus reflexiones, para traerlo de vuelta a esta tarde, a esta playa, aquí y ahora.
-A la mierda! ¡¡Vamos pa adentro que se viene!!
-Yo tendría que arrancar, entonces
-Tas loco! No llegas ni a las piedras muchacho. Quédate si quieres. Tiramos unas cobijas arriba del otro catre. Frio no hace.
-Bueno. Capaz que le acepto. Si no es molestia. Si no, no llego, no. Y si crece el arroyo estoy en el horno.
-Dale. Pasa. Vamos a hacer unas tortas fritas. Vamo pa adentro Negro!! ¡¡Dale!!
El rancho era de madera. Todo de madera. Piso de madera. Paredes de madera. Techo de madera. Reseco. Gris.
Una ventana daba para la parte de atrás, donde se veía una quintita chica, pero prolija. Morrones, tomates, zapallo, algo que parecía ser cebolla. O ajo, capaz. La compostera en un rincón. Unas acelgas. Poca cosa. Pero prolija. Se ve que al viejo le gustaba plantar.
Un entrepiso lleno de colchones, un catre de tijera medio apolillado, un montón de tablas desde la que asomaba la punta de una bordeadora rota. Un baúl. Y tá.
Pero debajo de ese entrepiso, en un rincón, el Gurí vio algo que lo dejó de boca abierta.
-Pa!! ¡¡¡Salado!!! ¡¡Era verdad que tenía un tesoro!!
-Jajaja. ¡Me haces reír, gurí!  Revisa tranquilo. Yo voy poniendo la grasa.
Era un tesoro. El gurí no podía creer. El rincón, bajo una ventana, consistía en un sillón de esos redondos, de cuero.; una mesa chiquita, petisa, y una luz que colgaba de un clavo en la pared. En una estantería vieja, desvencijada, pero firme, se amontonaban cientos de libros.
De todo tipo y color. Libros de religión, de política, de historia. Manuales de motores Diesel, la Enciclopedia del Mar, varios libros en algo que parecía ruso.
En los estantes de arriba se veía a Kafka, a Herman Hesse, a Antoine de Saint Exupery, a Richard Bach, mezclados con el Tao Te King, el I Ching y el Libro Tibetano de los Muertos.
En los del medio, todos entreverados, se veían El Capital, La fuga de Punta Carretas, la Historia de los Tupamaros, libros sobre Artigas, libros de Galeano, Benedetti, Vargas Llosa, García Márquez, Onetti, Cortázar, y varios más.
También había varias biografías: Lennon, Gandhi, Kennedy, Martin Luther King, Jimmy Hoffa, Jaques Cousteau…
Había libros sobre budismo, sobre terapias alternativas, sobre artes marciales. De todo.
En el estante de abajo había fotocopias. Se veía que el viejo era prolijo en eso. Había varios libros fotocopiados: manuales de buceo, de acupuntura, de huerta orgánica, de carpintería, calendarios de siembra, de todo un poco.
El gurí estaba en trance. Se acordó de cuando era más chico y su viejo lo llevaba a la feria. Parecía que habían pasado quinientos años… ¡¡¡Cómo le gustaba ir a la feria esa!!! Su padre siempre le compraba algún libro usado. Le decía que los libros estaban vivos. No se podía dejar que se murieran ahí tirados, solos, sin que nadie los leyera.
-Aunque sea uno por semana tenemos que salvar. Dale. Elige uno
Y él elegía siempre los mismos. Le encantaba Hans Christian Andersen. Le gustaban las novelas de cowboy de Marcial Lafuente Estefanía. A veces cuando no tenía muchas ganas, elegir manoteaba una revista de Tarzán, o de Batman. En esa época había menos superhéroes.
-Tan prontas. Dale que se enfrían. ¡¡No me vayas a cagar los libros con grasa porque te mato!!
Ni cuenta se había dado de que había pasado un rato largo. Mirando libros. Recordando.
-Qué buenos libros! Le gusta leer, se ve.
-Si. Me gusta alguna cosita. Algo he leído, sí. También me gusta escribir, a veces.
-Ah, ¿sí? A mí también. Tengo alguna cosa escrita. Capaz que algún otro día le muestro.
La tormenta arreciaba. Se sentía la lluvia caer fuerte, con gruesas gotas, pesadas. Una tormenta de las que sólo se dan en esos parajes. Un viento fuerte, peleador, sacudía las paredes del rancho.
Entre torta frita y mate, se les fue pasando la tarde a los dos. En silencio. Escuchando el viento. Mirando por la ventana la lluvia imponente que mojaba todo y amenazaba meterse por las rendijas del rancho.
Silencio. Lluvia. Mate. Viento.
Se hizo la noche…
Mañana será otro día…

V
-Buen día!!
-Buen día mijo. ¿Cómo durmió?
-Pa! ¡De más! La lluvia es como una canción de cuna, ¿no? Me encanta dormir cuando llueve.!
-Dormir es morir un poco. No hay que dormir mucho. Cuanto, cuanto… Querés un mate?
El viejo estaba mateando desde temprano. Le había dado de comer al perro, y había evaluado los daños del temporal. Alguna tomatera rota, alguna caña partida, mucha agua empozada. Pero nada grave. Hubo peores temporales. Como aquel que lo agarró en la isla…
Era de tardecita, ya. Cuando el agua empieza a quedar dorada, tirando a coloradita… Estaba levantando la red, cuando sintió la virazón… Una nube negra avanzaba a toda velocidad, por el lado del faro. Como trompada. Se veía que traía viento y lluvia a baldes. No le dio el tiempo a nada. Apenas a tirarse en el piso del bote y agarrarse del banco. Lamentó no haber aprendido a rezar. El bote se sacudía, el agua entraba por todos lados, el viento arrancaba jirones de vela como si fueran trapos, era impresionante….
 Nunca supo cuánto duró aquello. Le pareció una eternidad.
Cuando pudo levantar la cabeza, vio el desparramo. Los baldes boyando, las velas destrozadas, un desastre…
Además, había perdido toda la pesca. Y la red. ¡¡Puta madre!!
Toda una vida de trabajo tirada, literalmente, por la borda.
Habría que empezar de nuevo. Una vez más. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces había empezado de nuevo. Una y otra vez. Reinventándose, estudiando a veces, doblando el lomo otras veces, plantando, trabajando, mudándose… ¡¡Qué lo parió!! ¿Cuántas veces?...
-Ey!! ¡¡El mate!! ¿Dónde andaba, Don?
-Ah. Perdóna. Nada. Cosas de viejo. Recordando.
-Incalculable por donde andaba
-Si, mijo. Incalculable



VI
-          Y digo yo… ¿No se aburre, todo el día encerrado acá?
-          Jajajaja!!! – la risa del viejo retumbó en el arenal…
-          ¿De qué se ríe? ¡¡No le veo la gracia!!
-          ¿Encerrado? ¡Jajaja! ¡¡¡No tienes ni idea!!!  ¿Para ti esto es estar encerrado? ¡¡¡No me hagas reír mijo, que tengo el labio partido!!!
-          ¿Por qué dice eso? No entiendo, don… Disculpe…
-          Mijo: estar encerrado es otra cosa. Abre las orejas que te voy a explicar lo que es. Estar encerrado es no poder ver a tus hijos por días y días. Semanas y semanas enteras. Estar encerrado es poder hacer lo que se antoje con tu tiempo, y, sin embargo, no saber qué hacer… 
 Es no poder salir a caminar ni a correr ni a pescar ni nada. Es no poder ir a trabajar, es rezar pa que el pan que tienes en las casas te alcance, porque no puedes ir a comprar más.
-         
-          Estar encerrado, sin salir de tu casa, es preguntarte por qué. Es empezar a sentir bronca, impotencia, ganas de agarrar todo a patadas. Es sentir que te robaron lo más preciado que tienes: la libertad, tus hijos, tu profesión, todo…
-         
-          Una vuelta estuve encerrado de verdad. Un lote de días. Todo el pueblo estuvo encerrado. Parece que había aparecido un bicho, un virus, o algo así. Andaba todo el pueblo cagado hasta las patas. Así como lo oyes. Y cada uno se cuidaba a sí mismo, pero quería convencernos de que lo hacían por el otro. Nos decían que de esa salíamos todos juntos. Jaja… Dios colorao…
-          Ah, ¿sí?
-          Si, mijo. Te decían que era por los veteranos, que era por los dotores, pa que trabajaran menos, que era por los gurises chicos. Yo que sé… Pa mí que… Yo que sé…
Uno te decía una cosa, otro te decía otra. Que había que lavarse a cada rato, que había que cambiarse de zapatos a cada rato, que había que saludar de lejos...
Que había que lavarse con alcohol, sacarse la ropa a cada rato, usar máscaras…
Yo andaba muy caliente en esa época. Putiaba sólo, por los rincones. Con los científicos, con los políticos, con la gente que repetía bobadas, con todo el mundo…  Creo que lo peor era no poder saludar a nadie. No acariciarle la cabeza a un vecinito, saludar a un tío viejo de lejos, a un amigo de toda la vida con el codo, no poder abrazar a tu propio hijo... ¿Te imaginas? ¿Sabes lo que es eso? ¿Te haces una idea?
-          No me lo imagino… ¿Fue bravo?
-          ¡¡Bravazo!! Imagínate no poder darle un abrazo a alguien que quieres mucho. Calcúlale…Estuve un lote de días sin ver a mis gurises, que habían quedado en la casa de la madre.  Pa peor estaban estudiando ellos. Y no había escuela, liceo, nada. Todito parado. Ni fóbal había. Nada…
-          Ah, ¿no? ¿Fútbol tampoco? ¿Y algún toque para distraerse? ¡¡¡Yo me muero si no puedo tocar la viola!!!
-          ¡No! ¡¡¡Nadita!!! Era como estar esperando que pasara algo, pero no pasaba nada…
Uno buscaba soledad para escribir, por ejemplo, y no había. Uno buscaba sol, y no. Si quería aire puro, no había. Los jugadores de fóbal engordaban en las casas. Los bolicheros se fundían, porque ya ni borrachos había en la calle… No hubo cantores, ni malabaristas, ni nada. Yo hasta el día de hoy no sé cuál era la verdad de la milanesa.
A veces pienso que nos cagaron a mentiras. Porque uno te decía una cosa y otro te decía otra. Que máscara sí, que mascara no. Que alcohol sí, que alcohol no. Y así con todo. No dabas la ida por la venida haciéndole caso a todo el que opinaba. Todos sabían todo. Era como cuando todo el mundo opina de fobal, ¿viste?
Pero la gente se moría de verdad. Eso era lo peor.
Uno se cuidaba, y todo. Pero no entendía bien por qué.
Y a mi nunca me gustó que me arreen. No soy oveja.
Por las buenas, sí. Explíquenme. Déjenme dar una mano. ¡¡Si había gente más jodida que yo!! ¿Por qué no podía salir de las casas a ayudar a esa pobre gente? ¿Por qué yo no podía salir de las casas y ellos sí? ¿Por qué había que aplaudir a los dotores y no a los que juntaban la basura? O a los maestros, o a los otros terapeutas, ¿o a los que agachaban el lomo y seguían plantando?
 Pa qué carajo había que quedarse encerrado, si alguna vez íbamos a tener que volver a salir? ¿Y los que vivían de la pesca? ¿Y los que hacían changas? Cómo carajo esperaban que pararan la olla? Quédate en las casas, te decían por todos lados. Deja, deja…
Pero lo peor de lo peor era asomar la nariz por la puerta del rancho y no ver a nadie…
¡¡Dios colorado!! ¡¡Nadie en la calle!! ¡¡Metía miedo, mijo!! No sabes lo que era el silencio.
Parecía igualito a esas películas en las que se acaba el mundo, viste?
-          Si. He visto alguna…
-          Bueno, mijo. Parecía una película de ciencia ficción. Pero era peor. Era verdad…
-          Se ve que estuvo fea mismo. Si todavía se acuerda…
-          Fea es poco. Las verdades a medias. La sensación de que te usan. Una mierda, mijo. Pero lo peor era el encierro
Por eso ahora me gusta navegar. Cualquier día de estos me embarco y no vuelvo más...

La mirada del viejo se perdió en el mar, que rompía mansito.
Prendió el pucho, y ya no habló.
El gurí supo que algo seguía doliendo ahí adentro.
Pero no dijo nada.
¿Qué iba a decir?


                                      VI
-Y es verdad que tiene muchas historias pa contar, Don?- preguntó el botija cuando se sentaron a tomar mate de tarde, después de haber sesteado para escaparle un poco al calor sofocante del mediodía. 
 Seguía tormentoso, pesado, raro.
 -Mira mijo, como decía León Felipe, me sé todos los cuentos. Y me conozco cada personajes!!!
-Y no le pinta contarme algun cuento? 
-Mira, una cosa te voy a decir...-empezó el viejo, pero se interrumpió con el primer trueno
-A la mierda. Se viene
-Vamo a hacer una cosa, mijo. Vamos a entrar un poco de leña, hacemos un fuego y mientras nos comemos esos pejerreyes te hago algún cuento. Porque tiene pinta de que va a llover todita la tarde. Ta?
-Buenazo!!
 
Mientras el cielo se iba oscureciendo entraron la ropa de la cuerda, encerraron las gallinas, arrimaron leña a la estufa, trancaron los postigones, prendieron el fuego, y acomodaron una olla mugrienta con el aceite para los pescados.
 Empezaron a caer las primeras gotas sobre las chapas del rancho cuando el viejo empezó a desgranar historias. El botija, cuaderno en mano, entre mates, vino y pescado frito, iba reviviendo junto con el viejo, personajes, anécdotas, cuentos...





VII


Al día siguiente amaneció despejado. Frio, pero despejado.
Cuando el gurí abrió los ojos, el viejo ya estaba levantado hacía rato.
Daba vueltas por la cocina, abría cajones, metía cosas en una mochila vieja. Unos pantalones, un buzo, el tabaco, un par de libros…
-Qué raro… -pensó el gurí
-Buen día, don.
-Buen día mijo- respondió sin mirarlo
- ¿Está por salir?
-Ando con ganas, sí. ¿Vos te animás a quedarte cuidando el rancho? ¿Sabes sacar agua del pozo?
-Si. Claro. Me manejo.
-Hay que regar la quinta. Encañar los tomates. Dar vuelta el cantero de las cebollas. Llenar el tanque de arriba. Arreglar la canilla del baño. Por ahí debe haber algún cuerito. Las herramientas están en el galpón. Agarra lo que quieras.
Cuando llenes el tanque, fíjate que el agua sale turbiaza. Hay que arreglar el filtro. O esperar que se asiente la mugre. ¿Oíste?
El gurí sólo atinaba a escuchar, con una extraña sensación en el pecho. No era dolor. No era angustia. Era como una cosa rara. Como una sospecha.
-Así que ta. Cuídate…
-Bueno… pero…--
-Cuídate. Y ten paciencia. Espera hasta que la mugre se asiente y el agua esté clara.
Recién cuando el viejo y el perro eran dos puntitos apenas visibles allá muy lejos, en donde el mar se junta con la playa… Recién ahí, el gurí entendió.  Y la sospecha se convirtió en certeza.
La duna blanca, inmensa, permanecía inmóvil, imperturbable, eterna...                                                                                                                                                                                        




                                                                                                            FIN

viernes, 13 de marzo de 2020

HOY SE LO DIGO



Hoy se lo digo. No puedo esperar más. Hace mucho tiempo que me estoy preparando para decírselo. Me urge. Ya es momento.
 Hoy me preparo un café, y se lo digo.
 Tengo mucho para decirle, es cierto. Pero voy a empezar por decirle que lo extraño.
 Y si. Qué voy a hacer? Si lo extraño, se lo tengo que decir.
 También le voy a decir que me acuerdo clarito, clarito, de aquella tarde en Punta Carretas. Cuando me hice el boludo y me la ligué. Y creo que fue la única vez.
 Y de aquella otra, cuando le quería contar mi primera experiencia sexual. Me moría de vergüenza, pero se la quería contar. Y le voy a decir que no me escuchó porque estaba de mal humor. Y le voy a decir que me sigue doliendo que nunca, nunca, me dijo nada al respecto. Por lo menos yo no lo recuerdo.
 Hoy también le voy a hacer unas cuantas preguntas.
Le voy a preguntar cómo era.
Claro. Porque, cómo hago para parecerme a él si no lo conozco?
Cómo hago para diferenciarme de él si no sé cómo era?
 Hoy le voy a preguntar por qué lloraba.
 Hoy se lo digo. Hoy le digo que fue muy, muy pero muy difícil cambiarle los pañales, darle de comer en la boca, cortarle las uñas, bañarlo, tratar de entenderlo cuando no podía hablar. Se lo tengo que decir. Hoy se lo digo.
 Hoy le voy a decir que no la pasé bien. Que lo hice por él, y por ella. Pero que a veces tenía ganas de salir corriendo, porque la angustia de no poder entender cuando alguien te está pidiendo algo, es mucha.
 No importaba no poder salir. Importaba no poder comunicarse, no poder hablar, no poder entender, no poder compartir, no poder decir: tú sos el grande...
 Hoy se lo digo.

domingo, 16 de febrero de 2020

INVESTIGACIONES

    INVESTIGACIONES




- Quédese tranquilo que no lo vamos a exponer!, me dijo el Subcomisario F., lo cual me dejaba margen para preocuparme por otras cosas. Podía intranquilizarme por ejemplo porque mi hijo mayor se operaba en media hora, o porque me llevaban unas compras a casa y no había nadie, o porque mi compañera estaba intranquila y yo no podía decirle en qué andaba, o porque mi hijo menor iba para casa y estaba demorado. Entre otras cosas. Pero esto recién empezaba… O mejor dicho, había empezado dos días antes.


Cuando me robaron la moto de la puerta de casa, mientras yo estaba adentro estudiando, tuve una mezcla de sensaciones. Bronca, impotencia, tristeza, desamparo... Ahora, cuando me llamaron para venderme mi propia moto, la cosa cambió.


- Llámeme a este número, que es por su moto!!!!


Bueno…


- Hola. Qué pasa con mi moto?


- Tengo su moto. Si la quiere son diez mil pesos


- Qué me estás diciendo?


- Si. Tengo su moto. Yo la compré por las ruedas, viste? Pero no me sirven, y si no te la vendo a vos no se la vendemos a nadie. Si la querés te la rescato!


- Bueno, déjame ver si junto la plata. Yo te llamo.


- Dale, pero no te demores. Si no, la van a prender fuego!


- Ok


Yo no tengo vocación de héroe, pero tampoco me van a asustar así nomás! Pensé yo mientras me dirigía a hacer la denuncia correspondiente. Luego me enteré que era una ampliación de denuncia, porque dos días antes había hecho la denuncia por el hurto. Hago la denuncia y me voy pal Casmu, pensé también. Y me da el tiempo para volver a esperar los colchones que me llevan hoy. Pero mientras el funcionario estampaba la ampliación de denuncia, el susodicho masculino me seguía llamando, mandándome mensajes, apurándome…


- Traeme la guita y te llevas la moto! O haceme un giro y te doy la moto. Veni solo. Yo no quiero nada con los botones.


- Pará! Mándame fotos de la moto. Cómo sé que la tenés vos? Cómo te hago un giro? Dónde nos encontramos? Dame tiempo pa juntar la guita. No llego a diez.


- Bueno, pero dale loco. Decidite!! que tengo cosas que hacer!!


Juro que ahí pensé en agregarle una propina a los diez mil. Pobre chorro, lo estaba haciendo perder el tiempo…


Bueno, la cuestión es que el tipo terminó dándome el número de cédula para que le hiciera el giro… Fue ahí que el Subcomisario F. me hizo pasar a su despacho.


- Tome asiento. Está viniendo para acá un equipo de investigaciones. Son gente que trabaja de particular, en un vehículo particular. Vamos a recuperar su vehículo. Quédese tranquilo que no lo vamos a exponer…


- Bueno, pero mi hijo, pero el Casmu, pero los colchones, pero pero…


Cuando quise acordar, estaba arriba de una camioneta doble cabina con dos policías de particular. Un masculino y una femenina.


- Perdón… pero a dónde estamos yendo?


- Al Paso. Decile al tipo que vas para ahí en un taxi


- Pero…


- Dale, decile que juntaste la guita. Apuralo


- Pero…


- Dale, ya llegamos. Bajáte y llamálo. Nosotros vamos a estar cerca. Tranqui.


- ¡!!!?!?!?!?!?!?!?!


-Hola. Estoy en la parada de taxis… El resto sucedió como en las películas: el tipo que cae en una motito, yo que me arrimo a hablar con él, y la policía que se le tira arriba en el momento en que el tipo estaba arrancando para ir, supuestamente, a buscar mi moto. Por supuesto, adivinen… No lo agarraron… Allá salimos atrás del tipo en la motito, como a 140 por Luis Batlle Berres. Como ya la policía tenía la identificación del tipo, fuimos a buscarlo a la casa!!!!!! Terminamos en un asentamiento, buscándolo revolver en mano. Ellos. Yo no. No tenía revolver. No tenía campera. No tenía nada. Tenía frío, miedo, asombro, ansiedad, nerviosismo, incredulidad… No podía creer lo que estaba pasando. No me iban a exponer. Yo iba a llevar a mi hijo a operarse. Me afanaron la moto y me la quieren vender. Tienen mi teléfono. No me iban a exponer, pero se bajaron los dos y me dejaron arriba de la camioneta, en el medio del cante… Cómo le habrá ido a mi hijo en la operación? Estará muy nerviosa mi compañera? Quién recibe los colchones? Cómo salgo de ésta?


Mi hijo me mandaba mensajes: Papo, estoy en el Casmu. Qué hago? A dónde voy? - Sube al primer piso, hijo. El doctor se llama Fulanito. Yo estoy complicado. Ya voy.


Mi compañera me mandaba mensajes: Dónde andas? Qué pasó? Estás bien? - Todo bien amor. Después te cuento…


El de los colchones me llamaba: Señor, estoy en la puerta de su casa y no hay nadie!! - Dejeme ver con mi hijo, o si no, déjemelos en el almacén de la esquina…


Del almacén de la esquina, para no ser menos, también me llamaban: Hola, acá quieren dejar unos colchones a su nombre, pero no sabemos quien es usted!!! - Soy el flaco, de barba, que siempre te compra queso…


Mi otro hijo, también me llamaba: Papo, estoy en la puerta de casa. No puedo abrir. - Tranquilo hijo, está con dos llaves. Yo estoy complicado. Ya voy. Ya dejaron los colchones en el almacén…






Horas más tarde me dejaron en la puerta de casa, muerto de frío y de miedo.


Los chorros tenían mi teléfono, me habían visto la cara, sabían dónde vivía, yo les había tomado el pelo... Pero me dijeron que me quedara tranquilo...


-Roban tantas por día que ni se acuerdan de cuál es la tuya!!




...


Ah! Quieren la conclusión? No!! No recuperé la moto!! Están investigando… Me dijeron que me quedara tranquilo…

VAMO ARRIBA, NASO!!




Vamo arriba, Naso!! Dale suave!!


Cuando lo conocí era zapatero, y vivía en un rancho de cartón asfaltado.


Pero también supo ser actor, carpintero, artesano, pescador, hippie, anarco, bohemio, constructor, modelo, y quién sabe cuántas cosas más...


Le tocó la difícil tarea de acompañar la adolescencia de Andrés, y supongo que hizo lo que creyó correcto. Aunque no me gustara, aunque yo no estuviera de acuerdo, aunque mi madre se enojara.


Gran mentiroso, como todo pescador. Lleno de proyectos que quedaban a mitad de camino.


Siempre hizo lo que quiso. Desde hacer un bote de fibra de vidrio, plantar maconha de canuto entre las cañas, hacer una huerta, vivir en una Onda, pescar embarcado, tener un caballo, vender calderines...


Yo solía pasar, camino a mi rancho, en la moto. Siempre paraba un rato en lo del Naso. Conversábamos un rato, o me ponía a laburar, o subíamos el cerro y teníamos largas conversaciones sobre universos paralelos, física cuántica, ovnis, política, ecología y lo que pintara.


Siempre se despedía igual: Vamo arriba, bo! Dale suave!


Tuvo suerte de sanar su relación con Andrés, de perdonar y ser perdonado.


Y no nos dejó llorar. Nada de lágrimas.


Se fue tranquilo, haciendo bromas hasta último momento. Riéndose de sus pañales...


Lo último que me dijo, ya yéndose fue:


-No entiendo nada, Turco... Qué karma estoy pagando? Tanta cagada hice?


No supe qué decirle... sólo que se quedara tranquilo, que cagadas hemos hecho todos...


Vamo arriba, Naso!!Dale suave!! Hasta siempre.!

MINORÍAS



MINORÍAS



A decir verdad, las minorías me tienen harto. Lamento ser tan sincero, pero es así.
Ayer, sin ir más lejos, tuve una reunión en el trabajo. Eramos 13 personas, y la reunión estaba insoportablemente llena de minorías.
Había una minoría de uno que era vegetariano, una minoría de tres con sobrepeso, una minoría de dos con barba, una minoría de tres con lentes, una minoría de dos nacidos en el interior, una minoría de uno hincha de un cuadro del interior, una minoría de uno transplantado, una minoría de tres de corbata, una minoría de uno con orejas enormes, una minoría de dos con tatuajes, una minoría de uno medio pelado, y para colmo, otra minoría de uno de pelo largo!!! Insoportable!!! Menos mal que a ninguna minoría se le ocurrió reclamar por sus derechos, ni hacer valer su particular punto de vista sobre la realidad!!!
Si así hubiera sido, la reunión de trabajo se hubiera convertido en una guerra.
Y no es broma. Es así.
Qué hubiera pasado si en lugar de buscar puntos en común, si en lugar de centrarnos en lo que nos unía (en este caso, cuestiones laborales); hubiéramos empezado a reivindicar nuestros puntos de vista particulares?
Otro día, también en el trabajo, me arrimé a un grupo de compañeros que estaban conversando. El tema? Los tamboriles que sonaban en la calle y se escuchaban desde el descanso. La queja? Que una vez por semana, durante unos cinco minutos, cortan Gonzalo Ramirez para cruzarla a la altura de Pablo de María...
Las opiniones iban desde que tenían que prohibirlo, darles otro lugar, pasarles por arriba, tocar en otro lado, matarlos a todos, y otras variantes.
Después la conversación derivó hacia la música electrónica que sonaba en el Parque Rodó, que también molestaba. Y las opiniones eran similares: que fueran a tocar a otro lado, que el parque era para darle de comer a las palomas, que vayan a tocara a la .... , etc.
El mismo espíritu primó cuando se habló de ciclistas, motociclistas, y otras minorías. Todas molestas.
Molestan los tamboriles, los gays, los ciclistas, los trans, los negros, los judíos, los jóvenes, los vegetarianos, los gordos, los barbudos, los motociclistas, los vendedores ambulantes, los discapacitados, los empleados públicos, los hippies, los perros, los que celebran a Yemanjá, los que corren por la rambla, los que manejan despacio, los cristianos, los hinchas del otro cuadro, los que escuchan cumbia, los pobres, y todas las minorías habidas y por haber.
Estimado lector, estimada lectora: lo invito a mirar a su lado. Dele. Yo espero...
Ahora al otro lado ...
...
Miró? y qué vió?
Salvo que usted esté sentado o sentada junto a un espejo, debe haber visto a una persona diferente a usted. No? con otros gustos musicales, con otros gustos alimenticios, con otras creencias políticas, religiosas? con otra forma de sentir y vivir su sexualidad? Con otra forma de vestir? Con otras preferencias en cuanto a su forma de vivir?
Ahora lo invito, la invito, a hacer un pequeño ejercicio: piense un ratito en usted, que no debe haber algo más lindo de hacer... Piense un poquito, ya que le gusta tanto sentirse parte de la mayoría... Dele, anímese...
Yo, por ejemplo, pertenecía a una minoría de motoqueros a los que no les gusta el Heavy Metal, pertenezco a una minoría de vegetarianos en un país que exporta carne; a una minoría de terapeutas “alternativos” en un país en que la medicina occidental es la oficial; a una minoría de orejones; a una minoría de hinchas de un cuadro que no es ni Peñarol ni Nacional, que son la mayoría; a una minoría de descendientes de turcos en un país en el que la mayoría son descendientes de españoles e italianos; a una minoría de nacidos en Lascano viviendo en una ciudad en la que la mayoría nació en Montevideo; a una minoría de practicantes de Tai Chi, cuando la mayoría practica otras actividades; a una minoría de maestros hombres, cuando la mayoría son mujeres; y supongo que a muchas otras también...
Y usted?
A cuántas minorías pertenece?

LOS TRES PESCADORES


LOS TRES PESCADORES




Cierto día, en la orilla de un arroyo de mi ciudad, coincidieron tres pescadores. Yo los vi.
Los tres querían lo mismo, buscaban lo mismo, tenían la misma intención. La mejor intención.
Los tres querían pescado.
Pero los tres pensaban distinto, sentían distinto, y actuaban distinto.
El primero se paseaba por la orilla, con su canasta abierta, y caminaba impaciente de un lado para el otro. Yo lo veía que refunfuñaba, se impacientaba, rezongaba, gesticulaba. Su cara se transformaba. Se lo veía ansioso, nervioso.
Entonces me acerqué a preguntarle qué le pasaba.
-Qué le sucede? Está usted bien?
-No!! –me gritó. Estoy impaciente! Me dijeron que esto estaba lleno de peces!! Yo quiero un pez!! Lo necesito!!! Pero hace horas que me paseo de un lado para el otro, conseguí una canasta enorme, con una boca bien grande, y ningún pez viene a meterse en ella!!  Me estoy impacientando. Tengo hambre!!!
-Claro. Entiendo. Suerte!! –exclamé mientras me alejaba pensando en la desgraciada suerte del pobre tipo que nunca iba a conseguir lo que necesitaba si no hacia algo para ello.
Volví a mi piedra, desde donde tenía una vista privilegiada, y me puse a observar al otro pescador…
Este sí que tenía una actitud distinta!!! Iba por lo que quería!! Era activo!!!  Decidido!! Firme en sus decisiones, sabía lo que quería y sabía cómo conseguirlo…
Bueno… eso fue lo que yo pensé. Hasta que me acerqué a felicitarlo.
El tipo estaba despotricando. Rojo de ira, cansado, abrumado. Resulta que en su ansiedad por pescar, había tirado una red. Una red enorme.
Y claro. Había sacado algún pez demasiado chico, otros demasiado grandes, algunos cangrejos, muchas bolsas de nylon, una tortuga, una rueda de bicicleta, y muchas críticas.
Si. Porque la gente le recriminaba que sacaba lo que no precisaba, porque mataba la fauna del lugar, porque esto, porque lo otro. Mucha energía negativa, mucha mala onda. Eso había pescado…
Desconcertado, volví a mi lugar de observador. Pensando en cómo será la forma correcta, cómo hacer para lograr lo que uno necesita, cómo evitar la energía negativa, cómo se logra el equilibrio. Cuál sería el camino?
Y entonces lo vi… El tercer pescador.
Era un veterano. Flaco. Medio desgarbado. Estaba sentado en una piedra, con una caña en la mano y una sonrisa extraña en la cara. Mirando el agua.
-Este está pirado!!  -pensé
Y fiel a mi condición de meterete, me acerqué a darle consejos. El tipo no se daba cuenta que era imposible pescar ahí? Que no había una forma? Un método? Estaba perdiendo el tiempo!!
-Qué hace? Pierde el tiempo? – le pregunté ya medio caliente…
-No. Al contrario. – me contestó el viejo. Estoy disfrutando del momento!!  Y estoy pescando. Aunque no lo parezca, estoy pescando. Claro que para algunos parece que no. Pero estoy pescando. Ya armé la caña. Conseguí carnada. Afilé el anzuelo. Encarné. Ajusté la boya. Y ahora estoy esperando. Mientras disfruto del lugar, del momento, del ruido del agua, del calor del sol, del vientito. Mientras espero, disfruto. Mientras disfruto, espero.
-Y se puede saber qué espera? – le pregunté mientras entendía cada vez menos
-Una señal. Espero una señal. La boya se va a hundir. Tarde o temprano se va a hundir. 
Lo sé. 
Y va a ser la señal de que el pez que yo preciso, va a estar ahí.


                                                                                                                                     JEPL
                                                                                                                                  29/01/16